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EL MENSAJE DEL PADRE
1° Fascículo - Parte B

1° de Julio de 1932.

Fiesta de la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

Creedme, si hubieráis comenzado desde la Iglesia primitiva a glorificarme con un culto especial, después de veinte siglos habrían quedado pocos hombres viviendo en la idolatría, en el paganismo y en tantas falsas y malas sectas, ¡en las cuales el hombre corre con los ojos cerrados para lanzarse en el abismo del fuego eterno! ¡Mirad cuanto trabajo queda por hacer!


¡Mi hora ha llegado! Es necesario que sea conocido, amado y glorificado por los hombres, para que, después de haberlos creado, yo pueda ser su Padre, después su Salvador y finalmente el objeto de sus delicias eternas.


Hasta aquí os he hablado de cosas que ya sabéis, y he querido recordarlas para que estéis más convencidos todavía de que soy un Padre buenísimo y no un Padre terrible como vosotros creéis, es más, que soy el Padre de todos los hombres actualmente vivientes, y que todavía los crearé hasta el fin del mundo.

Sabed que quiero ser conocido, amado y sobretodo glorificado. Que todos reconozcan mi bondad infinita para todos y sobretodo para los pecadores, los enfermos, los moribundos y todos los que sufren. Que sepan que no tengo otro deseo que el de amarlos, donarles mis gracias, perdonarlos cuando se arrepienten, y sobretodo no juzgarlos con mi justicia sino con mi misericordia, para que todos se salven y sean incluidos en el número de los elegidos.


Para concluir esta exposición os hago una promesa cuyo efecto será eterno, es esta: Llamadme con el nombre de Padre, con confianza y amor, y recibiréis todo de parte de este Padre con amor y misericordia.


Que mi hijo, tu padre espiritual, se ocupe de mi gloria y transcriba, frase tras frase, lo que te he hecho escribir, y también lo que te haré escribir todavía, sin añadir nada, para que los hombres encuentren fácil y placentera la lectura de lo que quiero que sepan.


Cada día, poco a poco, te hablaré de mis deseos en relación con los hombres, de mis alegrías, de mis penas y, sobretodo, le mostraré a los hombres mis infinitas bondades y la ternura de mi amor piadoso.


También quisiera que tus superioras te permitieran de usar tus momentos de libertad para estar conmigo, y que tu puedas, por media hora al día, consolarme y amarme, y así obtener que los corazones de los hombres, mis hijos, se dispongan a trabajar bien para extender este culto, del cuál os he revelado ahora la forma, para que lleguéis a tener una gran confianza en este Padre que quiere ser amado por sus hijos.


Para que esta obra que quisiera hacer con los hombres pueda extenderse en todas las naciones lo más pronto posible, sin que los que serán encargados de difundirla cometan la mínima imprudencia, te pido que transcurras tus días en gran recogimiento. Te sentirás feliz de hablar poco con las criaturas y, en tu corazón, en secreto hablarás conmigo y me escucharás, aún cuando estarás en medio de los demás.


Por otra parte, esto es lo que quiero que hagas: cuando a veces te hablaré de ti personalmente tu escribirás mis confidencias en un pequeño diario especial. Pero aquí pretendo hablar de los hombres: yo vivo con los hombres en una intimidad mayor que la de una madre con sus hijos.


Desde la creación del hombre no he cesado nunca, ni un instante, de vivir junto a él; como Creador y Padre del hombre siento la necesidad de amarlo. No es que yo necesite de él, pero mi amor de Padre y Creador me hace sentir esta necesidad de amar al hombre. Por lo tanto yo vivo cerca del hombre, lo sigo por todas partes, lo ayudo en todo, proveo a todo. Yo veo sus necesidades, sus trabajos, todos sus deseos, y mi felicidad más grande es la de socorrerlo y salvarlo.


Los hombres creen que yo soy un Dios terrible, y que precipito a toda la humanidad en el infierno. ¡Qué sorpresa cuando, al final de los tiempos, verán muchas almas, que creían perdidas, gozar de la eterna felicidad en medio de los elegidos!


Quisiera que todas mis criaturas se convenzan de que hay un Padre que vela por ellas y que quiere hacerles pregustar, aún aquí abajo, la felicidad eterna. 


Una madre no olvida nunca la pequeña criatura que dio a luz. ¿No es aún más hermoso que, de parte mía, me recuerde de todas la criaturas que he puesto en el mundo?


Ahora, si la madre ama este pequeño ser que yo le he donado, yo lo amo más que ella porque yo lo he creado. Aunque una madre amase menos a su niño por algún defecto que tiene, yo, al contrario, lo amaré todavía más. Ella podría llegar hasta a olvidarlo, o a pensar en él raramente, sobretodo cuando lo han quitado a su vigilancia, pero yo no lo olvidaré nunca. Yo lo amaré siempre, y aún si no se recuerda más de mí su Padre y Creador, yo me recordaré de él y lo amaré todavía.


Antes os dije que quisiera daros, aún aquí abajo, la felicidad eterna, pero vosotros no habéis comprendido todavía esta palabra, y he aquí el significado: Si me amáis y si me llamáis con confianza con el dulce nombre de Padre, comenzáis ya desde acá abajo con el amor y la confianza que harán vuestra felicidad en la eternidad, que cantaréis en el Cielo en compañía de los elegidos. ¿No es esta una anticipación de la felicidad de los Cielos que durará eternamente?


Por lo tanto deseo que el hombre se recuerde a menudo que yo estoy allí en donde está él. Que no podría vivir si yo no estuviese con él, viviente como él. A pesar de su incredulidad yo no dejo nunca de estar junto a él.


¡Ah! como deseo ver realizado el plan que quiero comunicaros y que es este: hasta hoy el hombre no ha pensado para nada en hacerle a Dios, su Padre, este favor que estoy por decir: Quisiera ver que se establece una gran confianza entre el hombre y su padre de los Cielos, ver un verdadero espíritu de familiaridad y de delicadeza al mismo tiempo, para que no se abuse de mi gran bondad.


Conozco vuestras necesidades, vuestros deseos y todo lo que está en vosotros.


Pero como estaría agradecido y sería feliz si os viera venir a mí para hacerme las confidencias de vuestras necesidades, como un hijo totalmente confiado en su padre. Si me lo pidieséis, ¿como podría rechazar cualquier cosa, de mínima o máxima importancia que sea? ¿Aunque si no me veis ni me sentís muy cerca de vosotros en los acontecimientos que suceden en vosotros y en vuestro alrededor?


¡Un día, como será meritorio para vosotros el haber creído en mí sin haberme visto!
 

Aún ahora que estoy aquí, en persona, en medio de todos vosotros, que os hablo repitiendo incesantemente, en todas las formas, que os amo y que quiero ser conocido, amado y glorificado con un culto especial, vosotros no me veis, excepto una sola persona, ¡aquella a la cuál he dado este mensaje! ¡Una sola en toda la humanidad! Y sin embargo heme aquí que os hablo, y en la que veo y a la cuál hablo os veo a todos y os hablo a todos y a cada uno de vosotros, ¡y os amo como si me vieráis!


Por lo tanto, deseo que los hombres me conozcan y que sientan que estoy cerca de ellos. Oh hombres, recordad que quisiera ser la esperanza de la humanidad. ¿No lo soy ya? Si no fuera la esperanza del hombre, el hombre estaría perdido. ¡Pero es necesario que yo sea conocido como tal para que la paz, la confianza y el amor entren en el corazón de los hombres y lo pongan en relación con su Padre del Cielo y de la tierra!


¡No penséis que yo sea ese terrible viejo que los hombres representan en sus imágenes y en sus libros! No, no, yo no soy ni más joven ni más viejo que mi Hijo y que mi Santo Espíritu.


Por lo tanto quisiera que todos, desde el niño hasta el anciano, me llamen con el nombre familiar de Padre y de amigo, pues yo estoy siempre con vosotros, y me hago semejante a vosotros para haceros semejantes a mí. ¡Cuán grande sería mi alegría al ver que los hombres enseñan a sus niños a llamarme a menudo con el nombre de Padre, como soy realmente! ¡Como desearía ver infundir en esas jóvenes almas una confianza y un amor todo filial por mí! Yo he hecho todo por vosotros; ¿no haríais esto por mí?


Quisiera establecerme en cada familia con mi dominio para que todos puedan decir con seguridad: "tenemos un Padre que es infinitamente bueno, inmensamente rico y muy misericordioso. El piensa en nosotros y está cerca de nosotros, nos mira, nos sostiene y nos dará todo lo que nos falta, si se lo pedimos. Todas las riquezas son nuestras, nosotros tendremos todo lo que necesitamos". Precisamente estoy allí para que me pidáis lo que os es necesario: "Pedid y recibiréis". Con mi paternal bondad os daré todo, como verdaderamente hago, siempre que todos sepan considerarme como un verdadero Padre viviente en medio de mis hijos.


Deseo también que cada familia exponga a la vista de todos la imagen que más tarde haré conocer a mi "hijita". Deseo que cada familia se ponga bajo mi protección, muy especial, para que puedan glorificarme más fácilmente. Allí, cada día, la familia me hará conocer sus necesidades, sus trabajos, sus penas, sus sufrimientos, sus deseos y también sus alegrías, porque un Padre tiene que saber todo lo que se refiere a sus hijos. Seguramente yo lo sé dado que estoy allí, pero me gusta mucho la simplicidad. Yo sé doblegarme a vuestras condiciones. Me vuelvo pequeño con los pequeños, me vuelvo adulto con los hombres adultos, con los ancianos me vuelvo semejante a ellos, para que todos comprendan lo que quiero decirles de su santificación y de mi gloria.


La prueba de lo que os digo ¿no la tenéis ya en mi Hijo que se hizo pequeño y débil como vosotros? ¿No la tenéis también ahora, viéndome aquí que os hablo? Y, para que podáis entender lo que quiero deciros ¿no he escogido, para hablaros, a
una pobre criatura como vosotros? Y ahora, ¿no me hago semejante a vosotros?


Mirad, he puesto mi corona a mis pies y el mundo sobre mi corazón. He dejado mi gloria en el cielo y vine aquí dándome todo para todos, pobre con los pobres y rico con los ricos. Quiero proteger a la juventud como un tierno Padre. ¡Hay tanto mal en el mundo! Estas pobres almas inexpertas se dejan seducir por las lisonjas del vicio que, poco a poco, las conducen a la ruina total. Oh, vosotros que necesitáis especialmente a alguien que os cuide en la vida para que podáis evitar el mal, ¡venid a mí! ¡Yo soy el Padre que os ama más de lo que ninguna otra criatura podrá nunca amaros! Refugiaos cerca, cerca de mí, confiadme vuestros pensamientos y deseos.


Yo os amaré tiernamente. Os daré gracias para el presente y bendeciré vuestro porvenir. Podéis estar seguros de que no os olvido, ni después de quince, veinticinco o treinta años, ni desde que os he creado. ¡Venid! Veo que necesitáis mucho un Padre dulce e infinitamente bueno como yo.


Sin extenderme en muchas cosas que sería oportuno decir aquí, pero que podré decir más tarde, quiero ahora hablar en modo particular a las almas de los que me han escogido, sacerdotes y religiosos: para vosotros, hijos queridos de mi amor,
¡tengo grandes proyectos!”

 


AL PAPA
“Antes de dirigirme a todos me dirijo a tí, hijo mío dilecto, a tí mi Vicario, para poner en tus manos esta obra que debería ser la primera entre todas y que, por el temor que el demonio ha inspirado en los hombres, se cumplirá solo en este tiempo.


¡Ah! quisiera que tu comprendieras la extensión de esta obra, su grandeza, su amplitud, su profundidad, su altura. ¡Quisiera que tu comprendieras los deseos inmensos que tengo en relación con la humanidad presente y futura! ¡Si tu supieras cuanto deseo ser conocido, amado y glorificado por los hombres, con un culto especial! Este deseo lo conservo en mí desde toda la eternidad y desde la creación del primer hombre. Este deseo lo manifesté varias veces a los hombres, sobretodo en el Antiguo Testamento. Pero el hombre no lo ha entendido nunca. Ahora este deseo me hace olvidar todo el pasado, siempre y cuando se realice en el presente, en mis criaturas del mundo entero.


Me rebajo al nivel de la más pobre de mis criaturas para poder, considerando su ignorancia, hablarle y por medio de ella poder hablar a los hombres, ¡sin que ella se dé cuenta de la grandeza de la obra que quisiera hacer con ellos! 


No puedo hablar de teología con ella, estoy seguro de que fallaría, de que no entendería. Yo permito que sea así para poder realizar mi obra mediante la simplicidad y la inocencia. Pero ahora te toca a ti poner esta obra en estudio y llevarla muy rápidamente a la ejecución.


Para ser conocido, amado y glorificado con un culto especial no pido nada de extraordinario. Deseo solo esto:

​

  1. Que un día, o por lo menos un domingo, sea consagrado para glorificarme, en modo muy particular, con el nombre de Padre de toda la humanidad. Para esta fiesta quisiera una Misa y una función apropiada. No es difícil encontrar los textos en la Sagrada Escritura. Si preferís rendirme este culto especial un domingo, yo escojo el primer domingo de Agosto, si escogéis un día de la semana, prefiero que sea el día 7 de este mismo mes.

  2. Que todo el clero se empeñe en el desarrollo de este culto y, sobretodo, que me haga conocer por los hombres así como soy y como seré siempre con ellos, es decir, el Padre más tierno y más amable entre todos los padres.

  3. Deseo que me hagan entrar en todas las familias, en los hospitales, también en los laboratorios y en los talleres, en los cuarteles, en las salas de deliberación de los ministros de todas las naciones, y en fin, en cualquier parte en donde se encuentren mis criaturas, ¡aunque hubiera una sola criatura! Que el signo tangible de mi invisible presencia sea una imagen que demuestre que estoy realmente presente allí. Así todos los hombres actuarán bajo la mirada de su Padre, y yo mismo tendré bajo mi mirada a la criatura que he adoptado después de haberla creado, y todos mis hijos estarán bajo la mirada de su tierno Padre. Indudablemente también ahora estoy en todas partes, ¡pero quisiera estar representado en manera sensible!

  4. Que durante el año el clero y los fieles hagan algunos ejercicios en mi honor, sin perjudicar sus habituales ocupaciones. Que sin temor mis sacerdotes vayan por todas partes, en todas las naciones, para llevarles a los hombres la llama de mi paternal amor. Entonces las almas se iluminarán ya conquistadas, no solo entre los fieles sino también entre las sectas que no son de la verdadera Iglesia. Sí, que también estos hombres, que son mis hijos, vean brillar esta llama, que conozcan la verdad, que abracen y practiquen todas las virtudes cristianas.

  5. Quisiera ser glorificado en modo particular en los seminarios, en los conventos de novicios, en las escuelas y en los internados. Que todos, desde el más pequeño hasta el más grande, puedan conocerme y amarme como su Padre, su creador y su salvador.

  6. Que los sacerdotes se empeñen en buscar en las Sagradas Escrituras lo que dije en otros tiempos, y que hasta ahora ha sido ignorado, en relación con el culto que deseo recibir de parte de los hombres. Que trabajen para que mis deseos y mi voluntad lleguen a todos los fieles y a todos los hombres, especificando lo que diré para todos los hombres en general y, en particular, para los sacerdotes, los religiosos y religiosas. Estas son las almas que escojo para que me rindan grandes homenajes, más que los otros hombres del mundo.


¡Cierto es que se necesitará tiempo para llegar a una completa realización de lo que deseo de parte de la humanidad y que te he hecho conocer! Pero un día, con las oraciones y los sacrificios de las almas generosas, que se inmolarán por esta obra de mi amor, sí, un día estaré satisfecho. Te bendeciré, hijo mío predilecto, y te daré el céntuplo de todo lo que harás por mi gloria.”
 

​

AL OBISPO
“Quiero decir unas palabras a tí también, hijo mío Alejandro, para que mis deseos se realicen en el mundo.


Es necesario que, con el padre espiritual del "arbusto” (Madre Eugenia) de mi hijo Jesús, seáis promotores de esta obra, es decir, de este culto especial que espero de parte de los hombres. A vosotros, hijos míos, confío esta obra y su futuro tan importante.


Hablad, insistid, haced saber lo que diré para que yo sea conocido, amado y glorificado por todas mis criaturas, y así habréis hecho lo que me espero de vosotros, es decir, mi voluntad, y habréis realizado mis deseos, que desde hace tiempo conservo en el silencio.


Todo lo que haréis por mi gloria yo lo redoblaré para vuestra salvación y vuestra santificación. En fin, será en el cielo, y solo en el cielo, que veréis la gran recompensa que os daré en modo particular, y también a todos los que trabajarán para esto.


He creado al hombre para mí y es muy justo que yo sea TODO para el hombre.


El hombre no saboreará las verdaderas alegrías estando afuera de su Padre y creador, porque su corazón está hecho solo para mí.


Por mi parte, mi amor por mis criaturas es tan grande que no siento otra alegría que la de estar entre los hombres.


Mi gloria en el cielo es infinitamente grande, pero es todavía más grande cuando me encuentro entre mis hijos: los hombres de todo el mundo. Criaturas mías, vuestro cielo está en el Paraíso con mis elegidos, porque es allá arriba, en el cielo, que me contemplaréis en una visión perenne, y gozaréis de una gloria eterna. ¡Mi cielo está en la tierra con todos vosotros, oh hombres! Sí, es en la tierra y en vuestras almas que busco mi felicidad y mi alegría. Podéis darme esta alegría, y es para vosotros también un deber hacia vuestro creador y Padre, que de vosotros lo espera y lo desea.


La alegría de estar entre vosotros no es menor de la que probaba cuando estaba con mi hijo Jesús durante su vida mortal. Era yo quién enviaba a mi Hijo. Fue concebido por mi Espíritu Santo, que también soy yo, en pocas palabras, era siempre YO.


Amando a vosotros, mis criaturas, como a mi Hijo que soy yo, digo como a él: sois mis hijos predilectos, en los cuales me complazco; es por esto que gozo con vuestra compañía y que deseo quedarme con vosotros. Mi presencia entre vosotros es como el sol sobre el mundo terrestre. Si estáis bien dispuestos a recibirme vendré muy cerca de vosotros, entraré en vosotros y os iluminaré con mi amor infinito. En cuanto a vosotros, almas en pecado ó que ignoran la verdad religiosa, no podré entrar en vosotros, pero de todos modos estaré cerca, porque no dejo nunca de llamaros, de invitaros a desear los bienes que os traigo para que veáis la luz y os curéis del pecado.


A veces os miro con compasión porque os encontráis en una infeliz condición. A veces os miro con amor para que os sintáis dispuestos a ceder a los encantos de la gracia. A veces paso días, también años, cerca de algunas almas para asegurarles la felicidad eterna. No saben que yo estoy allí que las espero, que las llamo a cada instante durante el día. Sin embargo, tampoco me canso y siento igualmente alegría estando junto a vosotros, siempre con la esperanza de que un día regresaréis a vuestro Padre y que me haréis un acto de amor, por lo menos antes de morir.


He aquí, por ejemplo, un alma que está muriendo de repente: esta alma ha sido siempre para mí como el hijo pródigo. * Yo la colmaba de bienes, ella andaba despilfarrando todos estos bienes, todos los dones gratuitos de su Padre tan amable, y además me ofendía gravemente. Yo la esperaba, la seguía por todas partes, le hacía nuevos favores como la salud y los bienes que hacía frutar de sus trabajos, tanto así que tenía hasta lo que era superfluo. A veces mi providencia le daba todavía otros bienes nuevos. Por lo tanto se encontraba en la abundancia pero no veía otra cosa que el triste resplandor de sus vicios, y toda su vida fue un conjunto de errores, por el pecado mortal habitual. Pero mi amor no se cansó nunca.


Continuaba a seguirla, la amaba y, sobretodo, a pesar de los rechazos que me oponía, estaba contento de vivir pacientemente cerca de ella, con la esperanza de que, quizás, un día habría escuchado mi amor y habría regresado a mí, su Padre y salvador.


En fin, se acerca su último día: le mando una enfermedad para que pueda estar recogido y pueda regresar a mí su Padre: pero el tiempo pasa y allí está mi pobre hijo de 74 años en su última hora. Y yo, como siempre, estoy allí todavía: y como nunca antes le hablo con mayor bondad. Insisto, llamo a mis elegidos para que recen por él para que pida el perdón que yo le ofrezco... A este punto, antes de expirar, abre los ojos, reconoce sus errores y lo mucho que se ha alejado del verdadero camino que conduce a mí. Vuelve en sí y después, con voz débil que nadie a su alrededor logra escuchar, me dice: "Dios mío, ahora veo como vuestro amor por mí ha sido grande, y yo os he ofendido continuamente con una vida muy mala. Nunca he pensado en ti, mi Padre y salvador. Tu que ves todo, por todo el mal que ves en mí, y que reconozco en mi confusión, te pido perdón y te amo, ¡Padre mío y salvador mío!". Murió en ese mismo instante y aquí está delante de mí. Yo lo juzgo con el amor de un Padre, como él me llamó, y se salvó. Quedará por un tiempo en el lugar de expiación y después será feliz por toda la eternidad. Y yo, después de haberme complacido durante su vida con la esperanza de salvarlo con su arrepentimiento, gozo todavía más con mi corte celestial porque se ha realizado mi deseo y por ser su Padre por toda la eternidad.


En cuanto a las almas que viven en la justicia y en la gracia santificante, siento la felicidad de establecerme en ellas. Me dono a ellas. ¡Les transmito el uso de mi POTENCIA, y con MI AMOR encuentran, en MI su Padre y salvador, una anticipación del Paraíso!

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Versión para sacerdotes

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