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MENSAJE DE DIOS PADRE 019

CÓMO AUMENTAR EL VALOR DE LA SANTA MISA Y DEL SANTO ROSARIO

Mensaje personal del Alma escogida por Dios para recibir estos mensajes


La Santa Misa y el Santo Rosario en sí tienen un gran valor y éste se irá aumentando de acuerdo a la devoción que pongamos y a nuestro grado de profundización en la oración y de petición que tengamos, pero, la siguiente experiencia nos hará entender mejor cómo debemos hacer nuestras oraciones.


La Santísima Virgen María nos había pedido que después de la Santa Misa rezáramos el Rosario a mi compañera de misión y a mí. Solíamos empezar invocando a la Santísima Trinidad y Les ofrecíamos nuestras oraciones con la intercesión, ya fuera de la Santísima Virgen o de San José, a quienes les pedíamos que lo presidieran. Así lo hicimos varias veces, hasta que un día, al empezar El Credo, de repente tuve una visión (dada por el Espíritu Santo), teniendo

mis ojos cerrados yo veía con otros ojos (del alma), vi en lo alto el Cielo abierto, se veía como un agujero redondo y muchas personas de pie se asomaban por él y nos estaban observando. Entonces escuché una voz interna que me decía ¿Por qué no nos invitan a nosotros los Ángeles y los Santos a rezar con ustedes el Santo Rosario? De inmediato le conté a mi compañera lo que me habían dicho y como respuesta le dijimos a la Santísima Trinidad que también invitábamos a los Ángeles y a los Santos a orar con nosotros. Pasó un momento y de repente se me presentaron unas almas del Purgatorio y me hicieron la misma petición y también le presentamos a la Santísima Trinidad esta petición de unirse con nosotros y como acto seguido mi compañera dijo: Y también nos unimos a todos los Rosarios que se estén rezando en estos momentos en toda la Tierra. Seguimos rezando y de repente vuelvo a escuchar una voz del Cielo que me decía: “Cuando ustedes dos rezan el Rosario vale por dos, pero cuando nos invitan a todos (Cielo, Purgatorio y Tierra) sus rosarios valen por millones”. Desde ese día procuramos invitarlos a todos y ya no solamente para el Santo Rosario sino también al ir a Misa o a cantar o a cualquier cosa que hagamos para darle gloria y alabanza a la Santísima Trinidad y a la Santísima Virgen María.


Con respecto a la Santa Misa, tengo tres experiencias muy bellas. La primera sucedió cuando un día llegamos a Misa mi compañera y yo y llegamos enviándole besitos a la Santísima Virgen de Guadalupe, porque el día anterior Dios Padre le había dicho a mi compañera que esta misión nos la había concedido El a nosotros dos porque la Santísima Virgen del Guadalupe había intercedido por nosotros para que nos la otorgara. Imagínense la alegría que teníamos. Pero prosigamos, íbamos entrando a la Iglesia lanzándole besitos a la Santísima Virgen, cuando nos para en seco y me dice: “No hijo mío, cuando ustedes entren a la Iglesia, primero saluden a mi Hijo y luego a Mí. Y les voy a indicar los puntos que deben seguir al ir a Misa.


1. Primero saluden a mi Hijo y luego a Mí.

2. Olvídense de todo lo de afuera (para no distraernos)

3. Pónganse en presencia de mi Hijo (esto es sabiendo que está presente tanto en el Tabernáculo como en nuestro corazón).

4. Atiendan a la Misa con el mayor fervor posible.

5. Y que NUNCA se les olvide, dar gracias por todas las bendiciones que se reciben en una Misa.


La segunda experiencia que les quiero compartir, va en íntima relación con la Misa. Estando en Oración me veo en el espacio y veo a lo lejos a la Tierra. Así la vi un momentito y de repente veo saliendo de lo profundo del espacio y viniendo de la derecha hacia la izquierda y hacia la Tierra, un rayo de luz azul, el cual llega a la Tierra y hace que toda ella se ponga azul y en ese instante se me da el conocimiento de que cada vez que hay una consagración (en una Misa) en cualquier parte del mundo, TODA la Tierra recibe bendiciones. Esto lo explicará mejor la tercera experiencia. Estando un día ayudando al Sacerdote en la Misa, cierro mis ojos para invitar al Cielo, Purgatorio y Tierra y en eso tengo una visión. La Iglesia desaparece, tal como es, y aparece mucho más grande y sin paredes, vi mucha gente vestida de blanco y con palmas en las manos y en filas largas viniendo a la Iglesia. Arriba vi tres Tronos, en medio a Dios Padre, a su derecha, vacío y a su izquierda el Espíritu Santo. Me llamó la atención ver que Dios Padre y Dios Espíritu Santo eran igualitos a como hemos visto a Nuestro Señor, pero ellos dos tenían sobre sus cabezas una llamita de fuego. Al ver vacío el Trono de Nuestro Señor Jesucristo, pregunté en dónde estaba y me hicieron voltear al altar y Lo vi junto al Sacerdote que estaba oficiando. Así nos podemos explicar el porqué tantas bendiciones se obtienen en una Misa, es el mismo Jesús ahí presente.




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